Una y otra vez, el clic-clac unos pulcros tacones reverberaba por las oscuras calles. Karen, que llevaba zapatos planos con tacones no muy altos, se ajustó el bolso al hombro y apresuró el paso.
Al alejarse un poco del edificio de la compañía de ballet, las calles estaban menos concurridas que antes. La mansión en la que se alojaba estaba a cuarenta minutos a pie, así que, a menos que quisiera alquilar un carruaje, no tenía más remedio que darse prisa.
Pero los pasos de Karen se hicieron gradualmente más lentos.
A veces, aunque no se vea nada delante, aunque no se escuche ningún sonido fuerte y no haya señales evidentes, se produce una sensación extraña.
Es una especie de presentimiento de que algo siniestro puede estar acercándose.
En ese momento, por el rabillo del ojo, Karen vislumbró a un hombre con el sombrero calado saliendo del callejón de al lado por el que acaba de pasar.
‘Ese tipo parece tener un físico similar al de Joseph Malone…’
Joseph Malone la había seguido antes. No hay ninguna ley que diga que no puede volver a hacerlo, pero se había metido en problemas en el hotel.
Así que el hombre que camina en la misma dirección que ella en este momento no puede ser él.
Por la seguridad de su camino a casa.
Pero por alguna razón, los caminos que el hombre y Karen tomaron continuaron coincidiendo.
Sucedió incluso cuando se dirigía intencionadamente en dirección contraria a su casa.
Karen sacó el espejo de mano de su bolso con la mayor despreocupación posible. Lo levantó para comprobar la parte posterior de su hombro sin que el hombre se diera cuenta y cerró los ojos con fuerza.
Casi reconoce al dios en el que ni siquiera creía.
|… Joseph Malone.|
Otra vez aquel rostro nauseabundo.
|Si quiero despistarlo ahora, debo…|
El paso de Karen se ralentizó un poco.
Un paso, dos pasos.
El hombre que caminaba al mismo paso que Karen empezó a caminar un poco más rápido.
Cuando ella daba un paso, Joseph Malone daba dos. De ese modo, poco a poco, la distancia se fue acortando.
—¡Ack!
Con un movimiento rápido y limpio, Karen arrojó su bolso de hombro contra Joseph Malone.
—¡KAREN!
Se quitó los zapatos de golpe y dejó de correr incluso ante el rugido de la bestia que iba detrás de ella, llamándola.
Si pudiera llegar a un lugar del camino donde haya gente, puede que hasta aparezca un amable caballero y la ayude.
Sí. Por ejemplo, como ese caballero grosero que conoció el otro día.
—Ha, ha.
Las piernas de Karen saltaron al lado de la carretera principal que no estaba muy lejos. Afortunadamente, unas cuantas personas pasaban por la calle. Pero seguía siendo un poco confuso, sin saber a quién alcanzar.
En una época en la que los carruajes tirados por caballos era de lo más común, un largo vehículo negro pasaba por allí.
—¡Socorro~!
Karen saltó delante del vehículo sin dudarlo.
***
「Se revela que la mujer que estaba en el hotel con el duque Arthurus Kloen no era Sierra Miller.
Lo que sí es cierto es que el duque se encontró en secreto con otra fémina en el hotel donde se alojaba con su familia.
Si no era Sierra Miller, la mujer de su hermano y la codiciada Rosa Dorada de Gloretta, ¿quién era la que estaba con el duque Kloen?」
—Dios mío…
Lois chasqueó la lengua.
Presionó al periódico para que publicara un artículo corregido, pero nunca habría imaginado que escribirían el artículo así y lo re-imprimirían.
Observó atentamente a su amigo.
Ante la escandalosa historia con Sierra Miller, Arthurus lo manejó todo con la misma frialdad y calma de siempre.
Incluso cuando vio la noticia, que se suponía que era una rectificación, no dijo nada.
Pero Lois estaba más aterrado.
Porque Arthurus no es diferente de lo habitual.
Ira, tristeza, frustración.
Cuanto más intensa era la emoción, más tranquilo se volvía su amigo.
—¿Qué vas a hacer con Sierra Miller?
—…
—¿También piensas dejarla estar esta vez?
Lois a menudo deseaba que Arthurus mostrara sus emociones.
Era demasiado paciente y lo reprimía todo.
—¡Arthurus, Sierra Miller se ha pasado de la raya! Tienes que hacer algo con esa mujer. Dile a tu abuelo cómo esa intrépida mujer coquetea contigo, y cómo tu medio hermano cruzó la línea y te reclamó…
—Basta.
Una voz tan grave como un suspiro brotó de la boca de Arthurus, que había permanecido en silencio todo el tiempo.
—Lois. Yo, yo…
Los ojos cansados de Arthurus se volvieron hacia Lois mientras miraba por la ventanilla del coche.
Fue justo en ese momento.
Keeeik.
La circulación del coche se detuvo bruscamente.
—Lo lamento, duque. De la nada, una mujer se arrojó…
—Sal y resuélvelo mientras tienes tiempo de explicármelo.
—¡Sí, sí!
No sólo el chofer, sino también Lois salieron del coche para evaluar la situación.
Arthurus, sin preguntarse siquiera quién era la mujer que se había arrojado delante de su coche, se recostó contra el respaldo y cerró los ojos.
—Haa…
Se cubrió los ojos pesados con el dorso de la mano y se aflojó la corbata que llevaba bien anudada.
|Nada parece ir bien hoy.|
Qué montón de cosas molestas, desde el maldito escándalo hasta el camino de vuelta a casa.
Arthurus esperaba que Lois compensara rápidamente a la persona que casi atropellan y la enviaran de vuelta.
—¡A-ayudadme…!
Hasta que oyó una voz familiar fuera del vehículo.
|Esa voz es la de…|
En cuanto apareció el rostro de una persona en su cabeza, se levantó por reflejo de un salto y salió del coche.
El rostro de la mujer rodeada por los dos hombres, el chofer y Lois, era difícil de ver. Pero pudo notar un atisbo de piel blanca entre ellos.
Sólo eso bastó para convencerlo.
—¿Necesita ayuda?
Arthurus pronunció sus primeras palabras cuando se dirigió por primera vez a la mujer.
En cuanto se oyó su voz, Lois y el chofer se giraron, y el rostro de la mujer, que había permanecido oculto entre ellos, se reveló con naturalidad.
—Usted es…
Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, como si nunca hubiera esperado que el dueño del coche negro fuera Arthurus.
—Se lo preguntaré de nuevo.
Arthurus volvió a preguntar, igual que antes, dando un paso hacia la mujer de pies descalzos y pelo revuelto. A medida que se acercaba, la cara de sorpresa de la mujer se fue calmando.
—¿Necesita mi ayuda?
—… Sí.
A la misma pregunta de entonces volvió una respuesta diferente. Pero por alguna razón, a Arthurus le gustó más esta respuesta cambiada.
—Me lo imaginaba.
(Becky: Los 3 últimos diálogos hacen referencia a la conversación que tuvieron en la piscina en el capítulo 7).
Por primera vez en el día, una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Arthurus.
Mirándola de arriba abajo, él habló en un tono extraño.
—Vaya, la veo igual que la última vez. ¿Cuál es la razón?
—La misma.
—En aquella ocasión, ese… ¿Joseph Miller?
—Joseph Malone.
Acostumbrado a ignorar las miradas ajenas y penetrantes, la condujo con naturalidad al interior del coche.
En lugar de sentarse lado a lado en el asiento trasero como hace rato, Lois se deslizó en el asiento del copiloto. Podría haber estado bien si estuviera a solas con Arthurus, pero ahora le tocaba volver a ser su fiel asistente. Pero incluso sabiendo eso, su corazón latía con fuerza.
La emergente y nueva Rosa Dorada de Gloretta.
Karen Shanner estuvo con Arthurus en el hotel la última vez, y esta vez incluso iba en su mismo coche.
|Oh, no puedo esperar a contárselo al abuelo de…|
Pero sabía que Arthurus tomaría represalias públicas si hablaba, así que Lois decidió aguantarse por un tiempo el picor de los labios.
—Lois, bájate.
Por alguna razón, Arthurus ni siquiera le dio a Lois la oportunidad de disfrutar de las vistas.
—Su excelencia, ¿qué quiere decir…?
—Significa que te bajes y me des el encuentro por separado.
Lois vaciló con una expresión de tristeza en el rostro, y finalmente bajó del coche. Karen sintió pena porque parecía que habían echado a una buena persona por su culpa, pero Arthurus, el responsable de botarlo, no mostró ningún signo de disculpa.
El vehículo se puso en marcha; ignorando la persistente mirada de Lois, Arthurus se centró en Karen.
—¿Dónde está su casa?
—No quiero ir allí.
—Entonces, ¿adónde debo llevarla, señorita Karen?
—…
Karen apretó los labios y se limitó a juguetear con las manos en su regazo.
En cualquier caso, Joseph Malone sabría la ubicación de su antigua mansión. A juzgar por la falta de persecución, era probable que estuviera en casa esperándola.
Pero no había otro lugar en el imperio de Gloretta en el que pudiera confiar.
—Sólo por un día…
Como si hubiera decidido demostrar su valor, sus manos, que habían sido incapaces de permanecer quietas todo el tiempo, se cerraron en puños que arrugaron su falda.
—¿Puede por favor alojarme por un día?
—Oh, realmente…
Arthurus entrecerró las cejas como si estuviera en problemas.
—Es una invitación tan descarada.
—¡No me malinterprete! No es eso, sólo creo que probablemente el Sr. Joseph Malone está en mi casa…
—No se preocupe, señorita Karen. A nadie le disgusta la iniciativa.
—No es así…
Karen intentó explicarse, pero el problema era que Arthurus no tenía intención de escucharla. En cuanto Arthurus golpeó con indiferencia la ventanilla y dio una breve orden: “A casa”, el coche cambió de dirección.
El trayecto fue lo suficientemente largo como para que Karen le contara lo ocurrido.
Arthurus se limitó a escucharla en silencio. No se obligó a decir nada para tranquilizar a la otra persona.
Al llegar, Arthurus le ordenó a su mayordomo que trajera té.
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