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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 17

Capítulo 17

 

—No tenía ni idea de que el Sr. Malone fuera tan delirante como para irrumpir en el escenario.

—¿Qué no puede hacer un loco?

—Es cierto. Es algo que pasé por alto.

Decidió ser honesta.

—Cuando el Sr. Malone irrumpió en el escenario… Usted fue lo primero que se me vino a la mente.

Los brazos que sostenían el gran ramo de flores se pusieron un poco rígidos.

—El barón Theron intenta entregarme al Sr. Malone a toda costa, y yo no tengo forma de detenerlo por mi cuenta. Por lo que sé, la única persona capaz de detener al barón Theron y al Sr. Malone es usted.

Arthurus miró atentamente el rostro de Karen mientras escuchaba el relato.

¿Quién dijo que la belleza femenina es poder?

Las mujeres hermosas, pero sin poder, son propensas a ser utilizadas y explotadas dondequiera que vayan.

Aun así, la mujer frente a él tiene suerte. A partir de ahora podrá usarlo como escudo.

No sin un precio, por supuesto.

—Ya no tiene que preocuparse más, señorita Karen, tendrá la relación contractual que desea.

—Gracias. Pero, ¿hay…?

Karen dudó, luego preguntó con una mirada de pura curiosidad en su rostro.

—¿Cuándo podemos redactar el contrato?

Una vez más, se trataba de un comentario totalmente inesperado, por lo que fue natural que Arthurus soltara una carcajada.

Karen no entendió el porqué de la risa.

 

***

 

Sólo después de haber revisado el contrato quince veces, comenzó la relación contractual entre Karen y Arthurus.

—Actuaré con más cercanía delante de la gente. Así luciremos más íntimos.

Ni siquiera los sirvientes de la casa debían saber de este contrato. Así que Arthurus emitió una prohibición de acceso al segundo piso para evitar que los sirvientes subieran mientras redactaban el contrato.

Los sirvientes pensaron que era porque Arthurus quería estar a solas con su pareja. Y ese malentendido era exactamente lo que quería.

—¿Seguro que no le importa? Cuando estemos a solas, tendrá que llamarme “señorita Karen”, en público, “Karen”. Para mí sería algo confuso.

—Ya veo. Entonces, la llamaré con confianza incluso cuando estemos a solas, Karen.

—…Por favor, sólo sea cortés cuando estemos a solas.

—Haré eso, quisquillosa señorita Karen.

¿Por qué la actitud demasiado agradable del duque parecía un poco detestable?

Su alta estatura, hombros anchos y cuerpo tonificado destacaba incluso entre otros jóvenes, pero lucía intimidante para sus oponentes.

Una incongruente sonrisa infantil colgaba de la comisura de los labios masculinos.  

—Normalmente… ¿Es usted así de bromista?

—Es la primera vez que oigo que soy bromista.

—Pero, ¿por qué…?

¿Por qué sigue bromeando?

Ella quería preguntar, pero sintió que estaba siendo infantil, así que decidió no hacerlo.

—Encontraré una casa aparte que usted se quede, así que haga las maletas con antelación.

—¿Mudanza? ¿Creo que no había algo así en el contrato?

—Piense en ello un regalo del contrato y tómelo.

—La notificación de mudanza es muy repentina.

Arthurus sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió.

Después de exhalar una bocanada de humo, le lanzó una mirada de perplejidad.

—¿Hay alguna razón para quedarse en una casa cuya ubicación ya es conocida para un acosador?

—Me encariñé mucho con mis vecinos…

—¿Les tomó cariño después de pasar más de medio día al día en la compañía de ballet?

En respuesta al agudo comentario de Arthurus, Karen se mordió ligeramente el labio inferior y luego lo soltó. Él bajó la mirada hacia labios femeninos, que estaban aún más rojos por la sangre, y se llevó otro cigarrillo a la boca e inhaló el humo.

—¿Me está ocultando algo?

—No es así, pero me gusta cuando lo dice así.

—Supongo que el problema no es la mudanza, sino mi actitud.

—Sí, así es.

—Siento si la he ofendido.

La cara que decía la disculpa no parecía arrepentida para nada.

—Pero no hay negociación. Es un barrio y una casa con pésima seguridad, su acosador incluso conoce la ubicación.

—…

—Nadie en su sano juicio dejaría que su pareja viviera en un lugar así.

Tenía sentido. Si se negaba más, sólo luciría como terquedad sin sentido.

Karen estaba a punto de aceptar la oferta de Arthurus.

—Está bien… ¡Cof!

—…

—L-lo siento. A veces actúo…

Mientras hablaba, Karen se cubrió la boca y volvió a toser.

La tos que había estado conteniendo desde que Arthurus empezó a fumar finalmente estalló.

—Ojalá lo hubiera dicho desde el principio.

El que ella odia el humo de los cigarrillos, y que por favor no fumara.

Debe haberse estado conteniendo porque le resultaba difícil comunicarlo. Arthurus apagó el cigarrillo en el cenicero y decidió recordar ese dato que tenía sobre Karen.

No fumar delante de su querida falsa amante.

—Te pondré gente.

—¿Monitoreo?

—Esa palabra no tiene una buena connotación…

Arthurus sonrió, frotándose la barbilla.

—Es para protegerte de Joseph Malone.

—Hubo tal conmoción ayer, ¿cree que regrese?

—Eso no lo sabes.

—No me gusta la idea de andar con gente a mi alrededor, será muy llamativo.

—La rosa dorada en ascenso es tan tímida…

—¡No se burle de mí!

Al igual que con el tema de la mudanza, no parecía haber consenso en este asunto.

—La ballerina que se eleva más allá que Sierra Miller como la Rosa de Dorada y que es pareja del Duque Kloen.

—…

—La señorita Karen ya es una celebridad.

Arthurus le dijo eso para consolarla, pero sus palabras no le proporcionaron ningún consuelo a Karen.

—A estas alturas, los periódicos con artículos sobre usted y sobre mí probablemente están por todas las calles de la capital.

—Su abuelo ya debe haberlo visto.

—Además, es posible que Sierra Miller ya lo haya visto también.

Arthurus bajó la voz como si le estuviera contando una historia espeluznante a un niño.

—Si no se muda y sigue rechazando los guardaespaldas, la señorita Sierra Miller, y no Joseph Malone, puede que vaya a por usted primero.

—De acuerdo. Voy a aceptarlo todo. ¿Está satisfecho ahora, duque?

—Muy satisfecho.

Al ver esa expresión de genuina satisfacción, Karen tuvo que reprimir su creciente resentimiento hacia él.

 

* * *

 

La familia Miller ha estado alborotada desde la mañana.

La causa de esta conmoción era una sola persona.

El grito estridente de la hija adoptiva del conde Miller, Sierra Miller, resonó por toda la mansión.

—¡Tonterías, tonterías, tonterías!

Sierra rompió en pedazos el periódico que contenía el artículo de Arthurus y Karen. Sabía que era un desahogo momentáneo de su ira, pero sentía que si no hacía algo así, se volvería loca.

—Cómo pudo Arthurus olvidarme… Cómo, pudo ella…

¿Una simple bailarina?

El orgullo de Sierra estaba herido. Y más que eso, había un miedo mayor.

—Si padre se entera de esto, me echará….

Eso no puede pasar. ¿Cómo ha llegado a este punto?

Sierra miró el rostro de Karen en el artículo ya destrozado por sus propias manos.

¿Qué debería hacer para alejar a esa mujer Arthurus?

 

* * *

 

A diferencia de lo habitual, donde siempre se presenta y practica antes que los demás, hoy Karen entró a la sala de prácticas un poco tarde.

—…

Mientras entraba con su bolso, sintió las miradas de los demás sobre ella.

Karen sabía que era el tipo de persona que atraía la atención de la gente. Incluso en lo cotidiano, era consciente de que la gente la miraba fijamente, ya fuera para insultarla o para admirarla.

Pero las miradas de ahora eran diferentes de las habituales.

Como si miraran a alguien completamente desconocido.

En nombre del patrocinio, las bailarinas se convertían implícitamente en las queridas de los aristócratas, así que esto en sí no sería un problema. Igualmente no se sentía mal, sobre todo desde que Arthurus dijo que era su “pareja” y no su querida.

Tal vez las miradas extrañas eran por el poder que le otorgaba el nombre “Arthurus Kloen”.

Antes de su estatus como aristócrata, era un hombre alabado como héroe nacional.

—Karen.

Mientras todos observaban desde lejos, Everdeen, la única coreógrafa, se acercó.

—¿Puedes concederme un minuto antes de la práctica? Hay alguien que vino a verte.

—¿Quién es?

Tras enterarse por Everdeen de la identidad de la visita, Karen comprendió aún más las miradas sobre ella.

Aunque era algo para lo que se había preparado, se sintió demasiado repentino.

Karen tragó saliva y asintió.

—Por favor, guíame hasta donde está.

 

* * *

 

El anciano caballero, con el bombín calado, leía, leía y leía la primera página del periódico con una expresión ambigua que hacía difícil comprender su estado de ánimo.

Al final, cuando oyó los pasos de alguien acercándose, enrolló el periódico y se lo dio al mayordomo que estaba a su lado.

Karen, que había estado caminando apresuradamente con Everdeen, inmediatamente hizo una leve reverencia para saludar a Jude Cullen.

—Un gusto conocerlo. Mi…

—Lo sé. Señorita Shanner.

—…

Everdeen leyó el ambiente y se retiró silenciosamente del lugar.

Jude Cullen, el abuelo materno de Arthurus, no se parecía en lo más mínimo a Arthurus por fuera. Sin embargo, aunque tenía la espalda encorvada y se apoyaba en un bastón, parecía parecerse a Arthurus en el sentido de que tenía una gran figura que no era fácil de mirar.

Karen vió los ojos de Jude Cullen bajo el sombrero y se dio cuenta de que no era de su agrado.

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