—Me preocupaba que se muera de viejo sin haber tenido nunca una relación, y mucho menos sin casarse, pero gracias a ti, me sentí aliviado.
Por alguna razón, Jude Cullen había dicho algo positivo sobre ella por primera vez.
En contra de su voluntad, Karen sintió que su rostro se iluminaba.
—Pero eso es todo.
Al cabo de unos segundos, su expresión volvió a tensarse.
—Quiero que seas una pareja única que deje un impacto positivo en mi nieto.
—…
—Si necesitas ayuda, te apoyaré bajo mi nombre sin condiciones y por el resto de tu vida
Jude Cullen, después de ocultar sus verdaderos sentimientos hasta el momento, reveló su real sentir por primera vez.
—Eso significa…
—No estoy diciendo que deban separarse de inmediato. Pero mi sincera opinión es que no quiero que esto avance más allá de esto.
—…
—Cuando estén disfrutando el uno del otro hasta cierto punto y parezca que las cosas van a ponerse más serias…
Era el momento en que Jude Cullen decía sus palabras más importantes.
Sin embargo, se oyó un bullicio al otro lado de la puerta y luego ésta se abrió.
El visitante inesperado que entró a pesar de la disuasión de los sirvientes no era otro que el nieto del dueño de esta mansión.
—Lo siento, abuelo.
Arthurus, pulcramente vestido por su horario laboral, miró directamente a Karen.
—Te echo de menos, es suficiente.
Incluso sin tener que especificarlo, estaba claro de quién se trataba.
—Pensé que habías acudido a mí porque te preocupaba que pudiera hacerle daño.
—¿Le hiciste daño?
—Este muchacho, todo lo que dice es… Hacerle eso a la señorita que va a ser parte de la familia.
Jude Cullen secretamente le hizo un guiño a Karen. Era una señal para mantener la conversación de hoy en secreto.
Ella realmente quería impresionar a Jude Cullen. Porque el anciano era el único miembro vivo de la familia del duque.
Pero su corazón no era lo suficientemente fuerte como para soportar un dolor unilateral.
—Qué puedo hacer.
Karen respondió a eso, mostrando una expresión de molestia por primera vez.
—Soy una soplona.
Los ojos de Jude Cullen se abrieron de par en par ante la respuesta. No era posible, no creía que fuera a recibir semejante respuesta.
—Vamos, Karen.
Arthurus, después de tomar personalmente el abrigo y la cartera de Karen, le rodeó la cintura afectuosamente con el otro brazo.
El anciano sacudió la cabeza en desconcierto ante la imagen de su nieto y Karen alejándose sin mirar atrás.
—Es una jovencita más insolente de lo que pensaba.
Pero aunque su nieto lo regañara por culpa de la señorita soplona, Jude no tenía la intención de dar marcha atrás.
Esperaba que su nieto conociera a un ser amado con el que pudiera compartir su vida.
Sabía que por mucho que el amor le diera felicidad, también podía arruinarle la vida.
Desde su punto de vista, Karen era demasiado insignificante para arruinar la vida de su nieto e inepta para traerle felicidad.
* * *
—¿Mi abuelo le dijo algo extraño?
Nada más salir de la mansión, Karen negó ante la pregunta.
—¿Qué era eso que mencionó antes?
—Sólo era una broma.
Vaya broma.
Arthurus no le quitaba los ojos de encima.
Como de costumbre, era hermosa, como una pintura al óleo bien ejecutada, pero la sensación nebulosa de que se podría borrar en cualquier momento era aún más fuerte.
Tuvo la sensación de que ella escuchó algo desagradable, porque es una mujer sorprendentemente incapaz de ocultar sus emociones.
(Becky: Hmmm, creo que no sabes leer tan bien a las personas, Arthurus).
—Me equivoqué.
Arthurus admitió de inmediato su error.
—Pensé que el abuelo no era el tipo de hombre que lastimaría a una dama, supongo que estaba equivocado.
—No tiene importancia. Es algo que hay que atravesar de todas formas y…
Karen, mientras alzaba la cabeza con una respuesta positiva, miró de repente por encima del hombro de masculino.
Realmente fue un momento fugaz.
Un breve instante, menos duradero que un segundo.
Sin embargo, Arthurus sintió de algún modo una extraña sensación de hormigueo en su columna vertebral.
Rápidamente miró hacia atrás también, siguiendo la mirada de Karen.
Pero todo lo que podía ver eran unos cuantos peatones.
—¿Por qué hizo eso?
Cuando volvió a fijar su mirada en ella, Karen lo miraba con sorpresa. Como si sus ojos hubieran estado fijos en él todo el tiempo.
—¿No acaba de mirar algo detrás de mí?
—A qué se refiere…
Karen, con perplejidad plasmada en el rostro, abrió mucho los ojos como si se hubiera dado cuenta de algo y sacudió la cabeza para sí misma
—Allí venden flores.
Siguiendo la indicación, Arthurus giró la cabeza; allí había una pequeña floristería.
—Creo que me llamó la atención inconscientemente porque me recordó a las rosas que me compró la última vez.
Como si recordara estuviera inmersa en el recuerdo, una sonrisa apareció en el oscuro rostro femenino.
Él, en el momento en que vio esa sonrisa, sintió resurgir la extraña sensación que había tratado de olvidar.
Ah, le gustan las flores.
Arthurus sonrió también, habiendo recibido información que le sería útil a la hora de imitar el comportamiento de una persona enamorada.
(Becky: nadie te cree eso jaja).
No fue otra, sino Karen, quien puso fin al breve momento de intercambiar miradas y sonrisas.
—Oh, cierto. Tengo que terminar de ensayar, así que me iré retirando.
—La llevaré ahí.
Arthurus asintió, como si le estuviera diciendo que suba al auto; ella se negó.
—Tengo que pasar por casa de una amiga de camino, así que creo que sería mejor ir por mi cuenta.
Él había pospuesto sus otros pendientes hasta mañana, tenía tiempo disponible.
Tal vez debería decirle que debería subirse igualmente al auto, puede llevarla a la casa de su amiga y luego dejarla también en la sala de ensayos.
—De acuerdo.
Pero Arthurus no hizo tal sugerencia.
Insistir con algo que la otra persona no tiene intención de hacer es coacción.
—Por favor, entre primero.
—Vaya con cuidado.
Arthurus entró primero en el auto.
Al poco rato, el conductor puso en marcha el motor.
Karen sonrió mientras se despedía de Arthurus, quien seguía mirándola por el retrovisor.
Cuando el coche se alejó lo suficiente, ella quitó la sonrisa de sus labios.
(Becky: Uyyyy).
* * *
La puerta de la tienda pintada de rosa se abrió.
El elegante sonido de la campana se escuchó, señalando la llegada de una persona.
Madame Bornet, que llevaba un rato limpiando el lugar, dejó lo que estaba haciendo para saludar a su cliente habitual.
—Qué alegría tener la visita de la persona más famosa de Gloretta.
Karen se sentó a la mesa, sin decir nada como de costumbre.
—¿Le apetece un té? ¿Leche caliente? ¿O quizá un té con leche?
—No soy una niña.
—Entonces será un té negro apropiado para adultos.
Mientras madame Bornet preparaba el té, Karen echó un vistazo a la tienda con el rabillo del ojo.
No tenía ganas de comprar nada del lugar, ya tenía todos los suministros necesarios para las bailarinas.
—Leí el artículo. Empezó a salir con el duque Kloen, ¿verdad?
Mientras servía el té, madame Bornet sonrió cálida y amablemente, como si estuviera mirando a su propia nieta.
—Una relación formal entre una bailarina corriente y un noble de alto rango… ¿Ha tenido alguna dificultad en particular?
—…El abuelo materno del duque está en mi contra.
Karen le contó la historia a madame Bornet, quien mostraba una gran curiosidad por su historia de amor.
Mientras escuchaba y daba los cumplidos y respuestas apropiadas como una amiga, madame Bornet tenía una expresión llena de preocupación en el rostro.
—Sólo he oído hablar del estatus de la familia por su reputación, pero sé que Jude Cullen es mayor que yo.
Madame Bornet removió el té frío con una cucharilla.
—Odio admitirlo, pero a medida que uno envejece, las cosas se vuelven más anticuadas. Por mucho que se pretenda tener una mente abierta y comprender a los jóvenes, no es posible abandonar del todo las viejas ideas.
—…
—Por ejemplo, aquel anciano caballero sigue prefiriendo utilizar un carruaje aún en largas distancias. Entonces, ¿hasta qué punto debe ser sensible ante las cuestiones amorosas y matrimoniales de su nieto? Puede que no haya un matrimonio concertado como en los viejos tiempos, pero probablemente no es su voluntad que la mujer que vaya a salir con su nieto sea alguien que se dedique al canto o al baile.
Karen lo entendía perfectamente.
Por no hablar de recibir el patrocinio insalubre de la clase alta en este momento.
Bailar, actuar, cantar.
Los nobles apreciaban y disfrutaban de las artes, pero no formaban parte de ello.
Lo irónico es que disfrutar del arte era un pasatiempo noble y quienes lo ejercían eran meros payasos.
Aunque en estos días, tales puntos de vista han disminuido significativamente en comparación a la época de juventud de Jude Cullen.
—Karen.
Madame Bornet la llamó con una dulce voz.
—¿Puedo ayudarte?
Karen estaba siendo tratada con dulzura, como si fuera su propia nieta, pero sólo devolvía una expresión fría e inexpresiva.
—La clave para abrir un corazón cerrado es más sencilla de lo que crees. Si creas sólo una pequeña oportunidad…
—No lo hagas.
Le respondió con un tono tranquilo.
—Me ocuparé de mis propios asuntos.
En la superficie, parecía como si no hubiera emoción en absoluto. Sin embargo, no se podía ocultar el hecho de que la mano sosteniendo la taza de té temblaba ligeramente.
—Lograré ser aceptada por el Sr. Cullen, así que no hagas nada.
La fría reacción de Karen fue suficiente para confundir a su oponente. Pero madame Bornet se limitó a sonreír pausadamente, como si estuviera observando algo infantil.
—Me he pasado de la raya.
Admitió la señora de mayor edad.
—Apoyo el amor de la señorita Karen. Sabes lo que quiero decir, ¿verdad?
—Sí. Lo sé.
Después de terminar lo que tenía que decir, Karen abotonó su abrigo, que no se había quitado en primer lugar, y levantó su bolso.
—Será mejor que me vaya.
—Quédese un poco más y luego se retira. Es una pena tanta prisa.
—En otra ocasión.
No había fuerza en la voz que afirmaba un próximo encuentro. Madame Bornet la despidió con su pintoresca sonrisa aún intacta.
Viera quien la viera, era el rostro de una vecina amable y cálida.
(Becky: Esta cñora me está dando mala espina).
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