Karen tenía una cita con Arthurus y apresuró sus pasos.
Había estado viviendo en una vieja mansión custodiada por la familia Kloen, y hoy por fin tenía previsto mudarse a su nuevo hogar.
La casa a la que se mudaba era un lujoso apartamento situado a quince minutos a pie de la puerta principal de la mansión de Arthurus.
(Becky: Humm, vecinos).
Habían planeado que la fotografiaran entrando a la casa que el duque “había comprado” para ella.
Estas fotos iban a publicarse ampliamente en los periódicos como se hubieran tomado en secreto.
Sierra Miller, alguien que llevaba mucho tiempo persiguiendo a Arthurus y acosándolo terriblemente, estaba tranquila por alguna razón. Pero no había manera de saber cuánto duraría ese silencio pacífico.
Además, Joseph Malone…
Mientras Karen continuaba con sus pensamientos, se detuvo de repente en seco. Había un carruaje detenido en la puerta del edificio de la compañía de ballet, el lugar donde supuestamente tendría que encontrarse con el duque.
Arthurus se movilizaba en coche salvo en contadas ocasiones, y aquel carruaje ni siquiera tenía el sello de la familia Kloen…
(Becky: Recuerden que coche y carruaje son cosas diferentes).
Karen lo notó.
¿Quién era el dueño de aquel carruaje?
Alguien se bajó del carruaje, como si la hubiera avistado. Era un hombre extraño.
Se quitó el sombrero y se acercó a Karen, inclinándose cortésmente.
—Encantado de conocerla, señorita.
—…
—Si no le importa, ¿podría subir un momento al carruaje? Mi señor desea verla.
Karen asintió, con los labios fruncidos por la tensión. Después, subió voluntariamente mientras el hombre le abría la puerta.
Con un ruido sordo, la puerta del carruaje se cerró.
Karen saludó con la cabeza al dueño del carruaje y se sentó frente a él, cara a cara.
—No parece sorprendida.
—Sólo intento no mostrarlo.
El anciano no sonrió amablemente como la última vez.
—Nos encontramos ayer, aún así es un placer verla.
—…Igualmente.
—No parece muy contenta de verme.
Aún así, no la amenazó ni intentó asustarla.
Jude Cullen la miró fijamente por debajo de su sombrero de ala larga.
—No era mi intención venir a verla con tanta prisa, pero… Cuando me enteré que ese tipo había allanado su morada, pensé que debía apresurarme y vine aquí.
Esto también ya era de esperarse.
A Arthurus le preocupaba que su abuelo fuera más extremista de lo que pensaba y ordenara que la siguieran. Por lo tanto, Karen había preparado su corazón para una situación tan repentina.
—He oído que todos los miembros de su familia han muerto y que sólo le queda un hermano menor. ¿Es eso correcto?
—Sí.
—¿Cómo es la relación con su hermano?
—Estupenda. Más aún teniendo en cuenta que sólo somos dos en este mundo…
—Entonces creo que comprenderá que no puedo evitar ser más cariñoso y especial con el único miembro de mi familia
El tono era suave, pero lo que dijo a continuación fue muy firme y frío.
—Espero que Arthur conozca a una buena mujer y forme una familia feliz. La estabilidad y la tranquilidad de una persona vienen de una familia sólida y profunda, como las raíces de un árbol. Arthur es un muchacho que necesita una familia así.
Si la intención en su primer encuentro era darle pistas, esta vez pensaba disuadirla causándole un caos emocional.
—No pretendo menospreciar su trabajo, señorita Karen. Por claro, desde luego no la veo como alguien que querríamos en nuestra familia…
—…
—Es mi deseo que la mujer que esté con mi nieto provenga de una familia cálida y tenga un corazón sano y fuerte. Y probablemente lo sepa mejor que nadie, pero usted no tiene ese perfil, ¿verdad?
Una joven que perdió a sus padres en la guerra, quedó huérfana y estuvo cautiva en un país enemigo durante mucho tiempo antes de regresar a su tierra natal junto a su hermano menor.
Una mujer que trabaja en el ámbito artístico, donde la competencia es feroz y predomina el patrocinio con fines malsanos.
Era evidente lo que le preocupaba a Jude Cullen.
Por otro lado, Karen no era del tipo extrovertido. Se cerraba de muchas maneras y le resultaba muy difícil agradar a quien no quería agradarle.
Pero no podía echarse atrás fácilmente.
—Yo sí entiendo al duque.
Aún no habían tenido una conversación sobre sus experiencias en la guerra.
Pero ella creía que si hablaban de esa época dolorosa, lo más probable es que fueran capaces de entenderse y empatizar el uno con el otro.
—El duque participó en la guerra como soldado a una edad temprana. Yo perdí a mis padres en la guerra y pasé mucho tiempo como prisionera de guerra.
Karen apretó las manos sobre el regazo y observó a Jude Cullen con una expresión tensa en el rostro.
Él le hizo un leve gesto con la cabeza, como pidiéndole que siguiera hablando.
En respuesta, ella decidió ser más valiente.
—No importa cuán cálida y amable sea la persona que conozcas…
—…
—Puedes llegar a sentir soledad y vacío junto a una persona que no te entiende.
Karen permaneció inmóvil y entregó todo su corazón mientras el carruaje deambulaba por las calles de la capital sin un destino a la vista.
—Y yo puedo entenderlo.
—¿Eso es todo?
—¡N-no!
Por alguna razón, Karen sintió que no podía terminar así, entonces se apresuró a sacar más cosas que decir.
—Puede que no sea fuerte, pero tengo un corazón cálido… Lo haré. Y, de nuevo…
—Srta. Karen.
Pero Jude Cullen la interrumpió con firmeza.
—No importa lo que diga.
Parecía estar mirando a alguien por quien sentía lástima. Sin embargo, él no retrocedió ni un ápice en su actitud y en su voz.
—No la quiero para mi nieto.
Karen lo supo.
Ni la persona más elocuente sería capaz de lograr que cambie de opinión.
—No me gustaría hacerle algo tan terrible como insultar y enfadar a una joven que no me ha hecho nada malo con tal de alejarla de mi nieto.
Esas palabras parecían implicar que si no renunciaba a la relación, iba cometer un acto tan terrible.
—Quiero que la señorita Karen rompa con Arthur.
—¿No cambiará de opinión incluso si lo intento?
—Será inútil. Así que no hay necesidad de hacerlo.
Pero Karen ya estaba atada por un contrato con Arthurus.
Tenía que permanecer a su lado, no sólo por el contrato.
Siendo terriblemente inarticulada, de alguna manera tenía que ganarse la aprobación de Jude Cullen.
Ella apretó los labios, escogiendo palabras lo mejor que podía.
Fue justo entonces.
¡Hiiii!
Karen habría expresado lo que tenía que decir si uno de los caballos no hubiera acelerado de repente mientras lloriqueaba como si le hubiera dado un ataque.
Pero la situación ya se había producido, y no era momento para conversaciones pausadas.
—¡Qué está sucediendo!
Gritó Jude Cullen, apenas capaz de sostener su cuerpo con un bastón y la pared, y a continuación respondió el mayordomo de la familia Cullen, que estaba sentado afuera junto al cochero.
—¡De repente el caballo se alteró y empezó a correr! ¡Está fuera de control!
Jude Cullen era un hombre que había fundado la empresa militar “Arthurus”.
Sabía del hierro y, por mucho que lo supiera, no se fiaba de ese material. Esa era la razón por la que seguía insistiendo en utilizar carruajes lentos en una época en la que el número de vehículos aumentaba lentamente.
Pero hoy parecía ser el día para demostrar que su terquedad estaba equivocada.
—¡Ahhh…!
A Karen le costó mantener el equilibrio desde que el caballo empezó a correr a toda velocidad.
Mientras intentaba agarrarse de un lado, cayó hacia delante y acabó sentada junto al anciano.
—¡Querida, vuelve en ti!
Jude Cullen dejó a un lado los honoríficos y rodeó con sus brazos el cuerpo de Karen.
Aunque ya se ha hecho mayor, no ha olvidado su deber de caballero de proteger a las mujeres.
Pero aunque tenía la espalda recta para su edad, era un anciano que caminaba con la ayuda de un bastón.
Esto significaba que ya no podía proteger bien a una joven dama en un carruaje conducido por un caballo alterado.
Los cuerpos de Karen y Jude Cullen se movían de adelante hacia arriba repetidamente, sin importar quién iba primero.
Cuando Jude Cullen no podía mantener el equilibrio, Karen lo sujetaba, y cuando Karen se balanceaba demasiado, él la sujetaba a ella.
—¡Intenten hacer algo!
Gritó de nuevo el anciano, pero incluso el conductor y el mayordomo estaban indefensos.
No había forma de detener a la bestia que no entendía mientras enloquecía y se desbocaba.
—¡Si esto continúa, algo grave sucederá!
—¡Ya lo sé!
—¡¿No hay una manera?!
—¡¿Seguiría en esta situación si fuera así?!
En el carruaje que se sacudía violentamente, Karen y el anciano se abrazaron y gritaron entre sí a gritos.
—¡Intentaré detenerlo!
Karen gritó con fuerza en una situación en la que no podía controlarse.
—A cambio, si sobrevive a salvo, ¡debe concederme un favor!
Jude Cullen parecía no entender. A sus ojos, Karen no parecía una persona con la capacidad de resolver esta situación.
—¡¿Qué vas a hacer?!
—¡Primero tengo que separar el caballo del carruaje!
—¡Mejor no hagas nada!
A pesar de las ansiosas protestas del anciano por disuadirla, Karen tropezó y abrió la puerta del carruaje.
—¡Señorita Karen!
Jude Cullen gritó horrorizado al ver que Karen parecía estar a punto de saltar del carruaje.
—No se preocupe. ¡Yo lo protegeré!
—¡No hagas nada peligroso e innecesario!
Pero a pesar de que él trató de detenerla, Karen se estiró hacia el exterior del vagón arrastrándose.
Su esbelto cuerpo colgaba precariamente del exterior del carruaje.
¡Hiiiiiiii!
El cuerpo femenino se agitó cuando el caballo levantó las patas delanteras.
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