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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 22

Capítulo 22

 

—¡NOOO!

Jude Cullen gritó cuando uno de los brazos y pies femeninos se soltaron

Parecía que Karen se iba a caer del carruaje y estrellarse contra el suelo en cualquier momento. Pero aún en su precaria situación, ella se movió de a pocos, y de nuevo pudo aferrarse al carruaje con ambas manos. Tras luchar un rato, llegó al asiento contiguo del del cochero y el mayordomo. Entonces le preguntó a gritos:

—¡¿Tienes algo afilado?!

—¡A-algo afilado…!

—¡Sí, como un cuchillo!

Por fortuna, el cochero tenía un cuchillo pequeño. Se lo entregó a Karen, que de la nada adoptó una expresión pensativa. Con el riesgo de caerse, inclinó completamente la espalda y se sujetó del gancho que sujetaba a los caballos.

—¡Señorita, eso es peligroso!

La buena noticia es que los dos aterrorizados hombres recuperaron el sentido y sostuvieron el cuerpo de Karen.

Snap.

Un gancho.

Snap.

Otro gancho.

Finalmente, un caballo fue completamente liberado. Del mismo modo, el segundo y tercer caballo terminaron con las cuerdas rotas y poco a poco se alejaron cada vez más del carruaje.

El carruaje seguía acelerado, pero ahora su velocidad disminuía gradualmente. Era una suerte que no hubiera edificios ni gente por el lugar…

—¡Un momento! ¡Es todo cuesta abajo a partir de aquí!

—¡Hay un árbol allí! ¡Creo que nos vamos a estrellar!

Con un poco más de tiempo, la velocidad del carruaje iba a detenerse completamente…

Pero la suerte no estaba de este lado.

—¡Salten los dos!

Si chocaban contra el árbol, el conductor y el mayordomo eran los que corrían más riesgo. Donde estaban sentados no había ninguna pared que los protegiera en caso de colisión.

—¡Pero mi señor…!

—¡Salten!

El cochero cerró los ojos y saltó del carruaje dando vueltas en el suelo, pero el mayordomo insistió en que no podía saltar sin Jude Cullen. Karen lo empujó con frialdad.

En un contexto donde era difícil mantener el equilibrio y el oponente no estaba alerta, el mayordomo cayó del carruaje y rodó también.

Aunque a Karen le costaba mantener el equilibrio, volvió a colgarse de la cresta y entró donde estaba Jude Cullen.

Sería genial si el anciano pudiera saltar del carruaje, pero como por su edad, la decisión no era fácil.

Estar en un carruaje a punto de estrellarse contra aquel gran árbol al pie de la ladera o saltar al suelo desnudo y romperse los huesos.

Karen se preguntaba qué opción sería mejor para Jude Cullen.

Pero no había nada que hacer excepto preocuparse.

El carruaje acelerado iba a chocar contra el árbol en unos segundos.

—¡Lo siento!

—¡¿Qué?!

—Dije que lo protegería…

Ella no terminó de hablar.

Durante un breve instante, Jude Cullen miró a Karen con ojos algo agitados.

El árbol ya estaba sobre ellos.

¡Crash!

Las paredes del carruaje se doblaron y las ventanas se hicieron añicos.

 

* * *

 

Arthurus se llevó a la boca el cigarrillo en la mano y exhaló humo.

No había fumado en todo el día por consideración a Karen, a quien no le gustaba el olor de los cigarrillos.

Había sido engañado.

Para ser precisos, le robaron a Karen. Su propio abuelo.

Sabía que su abuelo había mandado a que la vigilen y se enteró de la casa para Karen, y esperaba volver a llamarla pero…

No esperó que se la robaran deliberadamente el día que se había quedado con ella.

—…Bueno, supongo que estará bien.

Era Karen. No sabe mucho sobre ella, pero no parecía una mujer muy delicada.

No caerá fácilmente sólo porque su abuelo le diga algo. Sí, tenía que concederle eso.

De lo contrario, desaparecerá el sentido de pasar por la molestia de entablar una relación contractual.

Arthurus, después de exhalar humo varias veces, apagó el cigarrillo e intentó volver a mirar los documentos.

Pero justo cuando iba a ponerse manos a la obra, apareció un obstáculo frente a él.

—¡Arthurus!

La puerta se abrió de golpe sin llamar y entró Lois.

Su ayudante, que debía ayudarle a hacer su trabajo mejor que nadie, estaba siendo una distracción pero Arthurus no se enojó.

Aunque a veces era una molestia, Lois era un buen amigo y empleado.

Debía de haber una razón para que acudiera con tanta urgencia en pleno horario laboral.

—A-Arthurus… Qué hacer, qué debo hacer…

—Habla lento y tranquilo.

¿Qué clase de incompetente estaba intentando hacerle enojar esta vez?

Con solo pensarlo, ya se le estaba formando un surco entre las cejas.

—¡El abuelo… Abuelo…!

En el momento en que Lois mencionó con un sollozo la palabra “abuelo”, Arthurus sintió una profunda ansiedad, en lugar de fatiga.

 

* * *

 

Incluso cuando a veces se sentía desaliñado por el excesivo cansancio, Arthurus caminaba con pulcritud y pausado.

Esta vez avanzaba deprisa, sin pausa en sus pasos. No corría del todo, pero estaba a punto de hacerlo.

Arthurus entró en la habitación privada del hospital y examinó de inmediato al anciano que estaba en la cama.

—Qué ha pasado.

La expresión de su rostro estaba distorsionada hasta la ferocidad, pero su voz seguía siendo tranquila. Aunque era más baja de lo habitual.

—Su excelencia, no se preocupe.

En el hospital, donde estaban reunidos los médicos que habían estudiado bajo el patrocinio de Cullen y la familia Kloen desde la infancia, salió el propio director y explicó el estado del anciano.

—En comparación con el estado ruinoso del carruaje, el Sr. Cullen está en muy buenas condiciones.

—Entonces por qué no despierta.

—Por favor tenga en cuenta la edad del Sr. Cullen. Si se sobreesfuerza o recibe un gran impacto, su cuerpo no será capaz de soportarlo.

El médico comparó la situación a cuando uno está enfermo con un resfriado.

Al parecer, el abuelo permaneció despierto hasta que llegó al hospital para ser examinado y tratado.

Con esas palabras, Arthurus pudo calmar su mente respirando hondo.

—La joven que traía en brazos el conductor estaba inconsciente desde el principio, así que tendremos que esperar a que despierte para saber más de su estado…

Ante la posterior explicación, la expresión de Arthurus se endureció como si se hubiera llevado una gran conmoción.

Karen Shanner.

Con la noticia de que su abuelo podría estar grave, se había olvidado por completo de ella.

—¿Dónde está ella ahora?

Luego fue directamente a su habitación del hospital, justo al lado del abuelo. Ella estaba allí.

El médico dijo que no tenía huesos rotos o alguna herida importante.

Dio gracias a Dios por la ausencia de fracturas. Ella era alguien que necesitaba bailar.

Pero Arthurus no pudo expresar su agradecimiento en voz alta.

Era una fortuna no el no haberse roto algo, porque el resto de su condición era grave.

Tenía la cara y las manos arañadas por cristales rotos…

Había muchos cortes.

Era invierno y llevaba un abrigo, así que los brazos quedaron ilesos, pero aparte de eso, toda su piel estaba arañada.

—Mi abuelo está bien, ¿por qué esta mujer está tan mal?

—Tampoco nos dieron una explicación para eso. Ella podría haber estado más cerca de la ventana.

El médico lo explicó todo de forma tan concisa, pero Arthurus no quedó convencido.

Iban en el mismo carruaje y el abuelo no tenía ni un pequeño rasguño.

Pero, ¿por qué sólo ella fue alcanzada por los fragmentos de cristal…?

No podía apartar los ojos de Karen, quien yacía inmóvil con los ojos cerrados, emitiendo sólo de vez en cuando sonidos sibilantes.

El único pariente consanguíneo de Karen, su hermano menor, se encontraba en una provincia remota y ni siquiera podía ponerse en contacto para hacerle saber que estaba herida.

Aunque pudiera contactarlo, ni siquiera conocía los datos de contacto.

Además, no podía desentenderse de su trabajo en épocas de alta carga laboral. Sin embargo, tampoco podía descuidar insensiblemente a la persona herida.

Como resultado, Arthurus llegó regresó luego a la habitación del hospital de Karen con una pila de documentos y empezó a hacer su trabajo.

—¡Arthurus, el abuelo está despierto!

Lois, que aguardaba en la habitación de Jude Cullen en nombre de Arthurus, quien velaba por su pareja sin familiares presentes, vino corriendo entre  sollozos.

Arthurus contempló el rostro femenino, ella no había despertado aún.

Le encantaría que esta mujer se despertara también…

Se la quedó mirando durante unos segundos, incapaz de correr directamente por la buena noticia del despertar de su abuelo. Luego frunció los labios y se apartó.

Por supuesto, el lugar al que se dirigió fue la habitación de hospital de su abuelo.

—Abuelo.

—¿Y la señorita Karen?

Sorpresivamente, el abuelo se despertó e indagó directamente por Karen.

—Ella está bien. Aún no ha abierto los ojos…

Ya había oído lo que había pasado a través del mayordomo y el cochero, quienes sí estaban bien.

También ya se había encontrado a los caballos que huyeron alterados, y por suerte no hubo otras víctimas.

No estaba claro de por qué los caballos se habían vuelto tan salvajes de repente, pero supuso que era porque uno de ellos tenía una herida profunda en el cuello.

La piel del animal, siempre cuidada a conciencia de la cabeza a los pies, tenía cicatrices artificiales en la piel.

Sin embargo, no se sabía quién había herido intencionadamente al caballo que ya conducía el carruaje.

Según el cochero, unas personas sospechosas podrían haber bajado la ventanilla de un coche y alcanzaron al caballo, pero eso era sólo una afirmación personal.

También era posible que la lesión se produjera en otro lugar durante el tiempo en que el caballo estuvo perdido.

En términos más generales, el caballo pudo haber estado bajo estrés durante ese tiempo y…

Pero, por qué.

Arthurus tenía la sensación de que este accidente no había ocurrido por casualidad. Se le ocurrió que no era sólo un acto accidental de locura.

Si Lois lo supiera, seguro que chasqueaba la lengua con incredulidad.

—Abuelo, creo que este incidente…

—Arthur.

Arthurus dejó lo que estaba diciendo y miró a su abuelo.

Después del escándalo con Karen, su abuelo, con quien estaba teniendo una sutil pelea, ahora lo miraba con una expresión de satisfacción.

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