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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 23

Capítulo 23

 

《 El olor sofocante de la pólvora, la tos, los gritos y los llantos que se producen al respirar el aire mezclado con el polvo y la ceniza esparcidos por todas partes.

Todo eso era ahora lejano.

A la vez, seguía siendo familiar.

Como si aquel tiempo fuera la realidad presente.

–Hagamos una promesa.

En medio del infierno, se escuchó una voz joven, desconocida y distante.

—Yo soy…

La duda es si se cumplió la promesa.

No lo sé.

Tal vez sí, tal vez no.

—Volvamos a vernos.

Sí, prometimos volver a encontrarnos.

Al chico, cuya voz se le escuchaba clara como si susurrara al oído a pesar de la explosión, Karen le preguntó.

—¿Cuándo y dónde?

El chico respondió con una sonrisa juguetona.

—Ahora, en la realidad.

Con esas palabras, el chico apartó la espalda de Karen de la frontera entre los sueños y la realidad.》

 

* * *

 

—…

Al abrir los ojos, Karen parpadeó varias veces porque se sentía desorientada.

Divisó un techo blanco con las luces apagadas. Sentía todo el cuerpo pesado y levantó torpemente los brazos.

Las mangas de la bata blanca del hospital eran visibles.

|¿Dónde estoy?|

En cuanto giró la cabeza hacia la izquierda para observar su entorno, sus ojos chocaron contra los de otra persona.

—Buenos días.

Su saludo era inapropiado para la noche, pero era un saludo apropiado para alguien que acababa de despertar de un sueño profundo.

Karen se limitó a parpadear y se quedó mirando la cara de Arthurus durante un largo rato.

—Su excelencia… Su abuelo… ¿Se encuentra bien…?

Esto lo único que pudo decir con voz baja y ronca.

Ella preguntó por el bienestar de la otra persona, al igual que el abuelo; Arthurus soltó una carcajada ante la incongruencia.

Quiso preguntar si los dos habían sincronizado sus líneas, pero decidió no hacerlo.

—Está bien, gracias a alguien.

Tal vez porque se había despertado después de dormir todo un día, Karen tardó un rato en darse cuenta de a quién se refería Arthurus.

Al mirar los ojos de la mujer de mirada demasiado dulce,  Arthurus recordó las palabras de su abuelo.

 

《 —Esa joven me salvó la vida.》

 

Justo antes de que el carruaje se estrellara contra el viejo árbol, Karen rodeó con todo su cuerpo al anciano.

Una mujer mucho más que su abuelo, por no hablar de él mismo.

Y cuando escuchó la historia de cómo rompió la conexión entre los caballos, todo le pareció tan irreal que se quedó indeciso sobre si debía creer o no lo que decían. Se preguntó si el accidente le causó una lesión en la cabeza. ¿Cómo logró aquella frágil y delicada mujer salir de un carruaje en movimiento y cortar el enganche de los caballos?

Bueno, debe ser.

Aunque se exagere la valentía de Karen, una cosa es segura: trató de proteger a su abuelo.

Él y ella no eran pareja de verdad, y el abuelo y Karen eran completos desconocidos.

Si hubiera querido, podría haber saltado sola del carruaje, al igual que el cochero y el mayordomo

Sin embargo, se quedó en el carruaje y rodeó al abuelo con todo su cuerpo, asegurándose de que no se hiciera daño.

—Me alegro tanto…

Karen suspiró aliviada, como si el abuelo fuera su verdadera familia. Arthurus miró los párpados medio caídos. Su mirada se concentró naturalmente en las pestañas doradas.

Era una mujer extremadamente blanca y delgada que parecía demasiado ocupada para cuidar de sí misma.

Después de que los sentimientos de gratitud y alivio hubieran pasado, su sentir actual era, extrañamente, de profundo enfado.

—¿Por qué me mira así?

Preguntó Karen, percatándose tardíamente de la mirada Arthurus y encogiéndose ante la inusual expresión.

—Estaba pensando en algo.

—Pensando, qué…

—Si es estúpida o amable.

—Si soy…

—O tal vez hay algo que quiera de mí.

Arthurus ladeó la cabeza y la miró de pies a cabeza. Ante aquel escrutinio, Karen sintió que el corazón le latía con fuerza y que se le erizaba los vellos.

—¡No quiero nada! De verdad, sólo…

—Si no quiere nada, pídalo.

—…¿Sí?

—Eres la benefactora que salvó a mi familia, así que no puedo fingir que no sucedió.

La expresión de Arthurus se suavizó al soltar su disgusto hacia la mujer que se lanzaba a salvar a los demás sin pensar siquiera en sí misma.

—Le concederé lo que sea, así que pida lo que quiera.

—No tiene que hacer eso…

—Llamaré al médico. Necesito obtener un diagnóstico más preciso.

 

***

 

Después de un momento, Karen respondió con sinceridad a cada pregunta del médico convocado por Arthurus. El duque la veía como una mujer muy delicada, pero a pesar de su apariencia, el ballet es una danza que requiere una gran fuerza física y resistencia.

(Becky: Exactooo).

El médico se esforzó en explicarle a Arthurus, no a la paciente, que el estado de Karen era óptimo.

|Por eso…|

Karen, perdida en vergonzosos pensamientos, bajó la cabeza, con la punta de sus orejas sonrojadas.

—Por qué se le han puesto rojas las orejas.

Arthurus notó el extraño cambio en Karen y le preguntó con picardía después de que el médico se marchara.

No sé en qué estaría pensando, pero en contra de lo que se esperaba, que se mostraría tímida y evitaría responder, Karen contestó con sinceridad.

—Pareciera como si el duque se hubiera convertido verdaderamente en mi protector.

Karen continuó, soltando una carcajada como si a ella misma le hubiera ocurrido algo gracioso.

—Como si fuéramos una verdadera pareja.

Arthurus no dijo nada por un momento.

Una verdadera pareja…

Palabras extrañamente inofensivas.

Sin embargo, Arthurus escapó rápidamente de esos extraños pensamientos y sentimientos. Sentía que tenía que ser así.

—¿Puede levantarse?

—Me vió caminar delante del doctor antes.

—Hay un anciano en este hospital que está enfurruñado por el aburrimiento. ¿Le importaría pasar un rato con él?

Inmediatamente después de abrir los ojos, Karen respondió con la sonrisa más brillante.

—Con mucho gusto.

 

* * *

 

Jude Cullen estaba sentado en la cama leyendo un libro. No mostró ninguna sorpresa cuando vio a su nieto y a Karen entrando por la puerta de la habitación.

Ya se había enterado de que Karen se había despertado.

Esperaba que estuviera ilesa; no le pareció extraño que estuviera tan débil.

—Ejem.

Jude Cullen hizo un ruido al aclararse la garganta, Arthurus sacó una silla junto a la cama e hizo que Karen se sentara.

El anciano mantuvo su actitud fría y ni siquiera la miró.

—¿Su cuerpo está bien…?

—¿Espera que no lo esté?

—Ni hablar. Sólo me preguntaba si tenía alguna dolencia. En aquel momento, le abracé con demasiada fuerza…

Karen continuó, vacilante y cautelosa.

—Me preguntaba si sus huesos se habían dañado por mi culpa.

Un signo de interrogación apareció naturalmente en la mente de Jude Cullen.

Qué tontería está pasando ahora…

Aún en medio de tanta incoherencia, todavía le hacía reír. Al final, el anciano se echó a reír a carcajadas.

—Haha… Vaya, de verdad… Qué clase de señorita absurda es esta…

Karen abrió los ojos como si no tuviera ni idea de lo que estaba pasando.

—Estoy bien. Todo gracias a ti, jovencita.

Jude Cullen se secó la humedad de los ojos de tanto reír, enderezó la espalda y se encaró a Karen con educación.

—Gracias, gracias de nuevo.

Karen estaba visiblemente perdida en cuanto a qué hacer. Aunque arriesgó su vida para proteger a Jude Cullen, no estaba cómoda con ese trato.

—Si hay algo que quiera, por favor dígalo. Escucharé todo lo que te pida.

—Bueno, entonces sólo hay una cosa…

—Sin embargo, no puedo dar mi aprobación para su relación con mi nieto.

La expresión de Karen, que había sido tan brillante como el sol, rápidamente se opacó. Las comisuras de sus ojos y labios bajaron, y ella estaba a punto de bajar la cabeza automáticamente.

Arthurus estaba a punto de dar un paso adelante mientras envolvía sus brazos alrededor de los hombros femeninos, pero sucedió algo más.

—Si planean verse de forma casual, claro.

Jude Cullen aún no había terminado de hablar. Se había despertado casi muerto por un accidente de carruaje. Su vida estuvo en peligro. Pero gracias a la valentía de Karen, a su sacrificio, él podía estar en esta posición ahora. Aunque no era la nuera que él hubiera deseado y esperado, protegería a su nieto con más firmeza que nadie. Sin importar el peligro. Aquella certeza surgió con fuerza.

Karen volvió a levantar la cabeza, con los ojos muy abiertos. Jude Cullen miró entre Karen y Arthurus, con una suave sonrisa en el rostro.

—Si ambos empiezan a salir bajo la premisa del matrimonio, les daré mi aprobación.

Jude Cullen esperaba que Arthurus se casara con una buena mujer y tuviera un cerco estable a su alrededor; aunque era algo anticuado.

Karen dudó en responder.

|¿Está bien mentir así…?|

Incluso si la relación contractual en sí es un engaño para todo el mundo, ¿estaría bien mentirle a un abuelo, que de verdad se preocupa por su nieto, diciéndole que van a salir bajo la premisa del matrimonio?

Karen no podía responder fácilmente y sólo frunció los labios.

—Qué. ¿No hay seguridad?

Jude Cullen entrecerró los ojos mientras la miraba fijamente. Karen se sentía sofocada, incapaz de hacer nada.

En ese momento, una cálida mano rodeó con fuerza el hombro de Karen.

—Hay seguridad.

Arthurus respondió en vez de Karen.

—Hubo seriedad desde el principio, y continúa siendo así.

Tanto que se puede vislumbrar un futuro juntos.

Arthurus miró a la mujer y añadió:

—¿Verdad, Karen?

Dado que el verdadero nieto mentía con tanto descaro, como partícipe del contrato, a Karen no le quedaba otra opción.

—Estoy saliendo con el duque bajo la premisa de casarnos.

Karen se sumó a la mentira, mientras se le enrojecían las puntas de las orejas.

(Becky: Hummm, no parece muy falso para Arthurus, ojito).

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