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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 24

Capítulo 24

 

Entonces Karen sintió calor, no sólo en el hombro, sino también en la mano. Jude Cullen tomó su mano entre las suyas.

—A partir de ahora, trátame como a tu propio abuelo, Karen.

El anciano la aceptó como parte de la familia sin tener idea de la flagrante mentira.

Karen no tuvo más remedio que volver a inclinar la cabeza ante el rostro amable del anciano, tan genuinamente dispuesto a aceptar la pérdida de su familia.

Por alguna razón, sintió que iba a llorar.

(Becky: A partir de ahora el abuelo le hablará con informalidad, una señal más de que la aceptó sinceramente😫).

 

***

 

Fue en la tarde del tercer día que estuvieron hospitalizados que Cato vino a verlos.

—¡Abuelo!

—Oh, Cato. ¡Estás aquí!

—Lo siento. Me enteré del accidente demasiado tarde…

Siempre que estaban juntos, Cato se aferraba con fuerza a la cintura de Sierra Miller, a sus hombros o a sus manos; como un animal que guarda sus pertenencias. Esta vez la dejó atrás y se dirigió a toda prisa a la habitación del hospital.

—¡¿Dónde te lastimaste?!

—¡Sorprendentemente, a pesar de que el carruaje fue dañado de esa manera, no hubo heridos!

Jude Cullen habló con orgullo, pero la mirada de preocupación en el rostro de Cato no mostraba señales de desaparecer.

—La hermosa señorita Sierra no tiene que poner esa expresión. No creo que haya llegado mi hora de morir.

—Ni se le ocurra bromear diciendo eso. Da miedo de solo pensarlo.

Le respondió Sierra en tono quejoso, haciendo que su rostro se llenara de lágrimas. Una expresión realmente triste en un hermoso rostro, cualquiera podría enamorarse de ella.

Pero Jude Cullen alternó una mirada vacía entre los dos presentes. Luego le revolvió el pelo a Cato, quien parecía que iba a llorar como un niño a pesar de su edad.

—Si hubiera sabido antes que el abuelo estaba herido…

Cato se fue apagando. Iba decir una suposición sin sentido, un pensamiento patético.

Su orgullo herido no le permitió continuar.

Se enteró del accidente por un artículo en el periódico.

Desafortunadamente, hubo un retraso en la comprobación de los hechos, así que el artículo salió tarde, y él mismo estaba ocupado últimamente, por lo que no pudo ponerse en contacto con el abuelo, al que solía saludar todos los días.

Por eso ni siquiera sabía que había ocurrido este accidente.

En otras palabras, nadie de la familia Cullen se puso en contacto con Cato.

Probablemente no fue a propósito. Normalmente, si algo le pasaba al abuelo, se ponían en contacto con él.

El hecho de que en una situación de emergencia se olvidaran de él y sólo se contactaran con Arthurus significaba una cosa.

No lo reconocían como un nieto de Jude Cullen a nivel subconsciente.

Probablemente ni siquiera lo reconocían como un Kloen.

Eso le molestaba. Aunque el abuelo era bondadoso y cariñoso con él, al punto de considerarlo como nieto biológico sin compartir una sola gota de sangre, al final, no pertenecía a ningún lugar…

—Por cierto, ¿dónde está la señorita?

Sólo después de que Sierra la mencionara, Cato, con el rostro enterrado en el regazo de su abuelo, se sintió aliviado de la opresión en su pecho y de los celos mezquinos.

—Me refiero a esa bailarina de la que se decía que era pareja del Duque.

Ya era ampliamente conocido que Jude Cullen había tenido un accidente mientras viajaba en carruaje con la saliente de su nieto.

Sierra Miller preguntaba con expresión de auténtica curiosidad.

—Está la habitación de al lado, pero déjenla en paz por ahora. Es bastante dormilona.

La estrella del espectáculo no puede salir al escenario con el rostro lleno de arañazos. Se dijo que otra persona iba a ocupar su lugar como protagonista durante el tiempo restante.

Tal vez por eso, Karen, con el corazón acongojado, se acostaba temprano y se levantaba tarde los últimos días.

—¿Qué clase de persona es?

Sierra cambió casualmente el tema de conversación y se sentó junto a la cama. Jude Cullen volvió a recordar el día del accidente con expresión muy satisfecha.

—Es una jovencita muy valiente y peculiar.

 

* * *

 

Karen se despertó de un sueño profundo.

Una vez que empieza a dormir, lo hace durante mucho tiempo, como una persona que está sumergida en el profundo mar que es su cama y que no puede salir, y cada vez que se despierta, siente el cuerpo pesado.

—…

La persona que permanecía a su lado no era otra que Arthurus.

—¿Se ha despertado?

—Ya puede ir a trabajar…

Él también llevaba varios días haciendo su trabajo en la habitación del hospital.

Ahora estaba atrapado en una situación contradictoria en la que tenía que fingir estar locamente enamorado, pero no podía dejar el trabajo.

Karen sintió pena por él.

Debe ser duro para él trabajar en el hospital…

—Supongo que debería disculparme con usted, acaba de despertarse.

—No parece sentirse apenado en lo absoluto, pero por favor dígame lo que quiere decir.

—Hay visitas en la habitación del abuelo en este momento.

—¿Quiénes?

—Cato Kloen, Sierra Miller.

Arthurus sólo recitó brevemente los nombres, pero Karen sabía quiénes eran.

—Creo que su excelencia tendrá que representar a un hombre enamorado hoy más que nunca.

—Y la señorita Karen tendrá que interpretar a una mujer acostumbrada a ser amada por mí.

Mientras hablaban, Arthurus frunció el ceño de repente y sacudió la cabeza.

—Estoy preocupado.

—Estoy segura de que puedo hacerlo bien.

Karen se puso de pie, tomando la mano de Arthurus con valentía; había empezado con la actuación.

—¿No vio mis expresiones faciales durante mi actuación en la compañía de ballet?

—Las vi.

Arthurus tomó la iniciativa de abrirle la puerta, se dio la vuelta y sonrió con picardía.

—Por eso estoy preocupado.

Karen se detuvo un momento e inclinó la cabeza. Entonces, medio latido después, se dio cuenta del significado de lo que había dicho Arthurus y su rostro no pudo evitar sonrojarse.

En su mente, quería protestar y preguntar qué había de malo con su actuación.

Pero desde el momento en que salgan por esa puerta, tiene que actuar de forma impecable.

Karen, que había estado poniendo pucheros sin darse cuenta, enderezó su expresión. Luego, fingiendo cortesía, extendió la mano y tomó la del hombre desagradable.

 

* * *

 

La espaciosa habitación se llenó cuando ambos nietos y sus respectivas parejas se unieron en la visita.

Karen no sabía mucho de Jude Cullen, pero se daba cuenta de que el anciano estaba contento con la situación.

—Encantada de conocerla, señorita Shanner.

Sierra le extendió la mano primero. Karen, que ya había saludado y estrechado la mano de Cato, tomó la mano extendida mientras la miraba de frente.

—Encantada de conocerla también.

Sin embargo, Karen se sintió incómoda ante el mínimo contacto.

|Duele…|

Sierra le estaba apretando la mano a propósito, plenamente consciente del dolor que causaba.

Si se trata de la fuerza de agarre en las manos, Karen estaba segura de que era al menos más fuerte que Sierra Miller. Pero no replicó el comportamiento infantil, como si fuera una competencia de fuerza. En cambio, llevó el infantilismo a un siguiente nivel.

—¡Ahh!

Karen gimió exageradamente mientras apartaba la mano de Sierra.

—¿Qué pasa?

—Me duele la mano…

Arthurus, que ya se había dado cuenta de la situación, agarró la muñeca de Karen y comprobó si estaba herida.

—¡¿No habrás lastimado la mano en el accidente del carruaje?!

Jude Cullen estaba tan preocupado por Karen que se sobresaltó tanto y se levantó de la cama.

—No es eso, abuelo.

Karen se cubrió la mano fingiendo que le palpitaba y puso la expresión más lastimera posible.

—Parece que la señorita Sierra tuvo problemas para controlar su fuerza.

Arthurus dirigió la culpa sutilmente y el rostro de Sierra se calentó. Sin embargo, hubo alguien que sí se indignó en lugar de ella.

—¿Insinúas que Sierra tomó su mano demasiado fuerte a propósito?

Cato cuestionó nervioso mientras bloqueaba a Sierra protectoramente.

—¡Oh, deténganse!

Fue Jude Cullen quien impidió que la situación escalara a más.

—Karen me salvó la vida. Solo porque le dolió que le apretaran la mano con fuerza, ¿por qué estás reaccionando de forma tan brusca?

Aunque pretendía mediar, era un comentario que apoyaba sutilmente a Karen.

Además, Jude Cullen alternaba entre dirigirse formalmente y llamarla “señorita Sierra”, mientras llamaba a Karen por su nombre y la trataba como si fuera su nieta.

El espectáculo en sí fue un shock mayor para Sierra que para Cato.

Por fortuna, el ambiente después de eso no fue tan malo. Al menos en la superficie.

Cuando Sierra desafiaba sutilmente a Karen, Karen contraatacaba y la alteraba aún más.

Cada vez que Karen le daba de su propia medicina, Sierra le dirigía miradas de súplica hacia Arthurus.

Pero la oportunidad de estar en la misma habitación con Arthurus no se presentaba todos los días. Y si fuera así, Karen iba a arruinarlo cada que pudiera.

A medida que pasaba el tiempo y sólo Jude Cullen se sentía cómodo, Cato y Sierra abandonaron el hospital.

Dejaron un mensaje diciendo que se verían luego.

—Estuvo muy bien en eso.

—¿En qué?

—¿La pelea con una rival?

Karen soltó una carcajada ante la exageración.

Estaban caminando por los pasillos del hospital después de despedir a las visitas y de que ella expresara que se sentía sofocada.

Ella caminaba con ligereza, como si volara, bañada por la luz del sol poniente, vistiendo una amplia bata de hospital que parecía pesada. Parecía tan emocionada como una niña después de haber salido a tomar el aire por primera vez en mucho tiempo.

Su cabellera rubia, recogida en una coleta suelta, se mecía suavemente mientras caminaba.

Por alguna razón, Arthurus no podía apartar los ojos de esa vista.

Tuvo la extraña ilusión de que la cegadora y brillante puesta de sol borraría por completo a Karen, cuyos colores seguían siendo apagados, si no desvaídos.

—No se arrepentirá de haber firmado un contrato conmigo, ¿verdad?

Arthurus fue arrancado de esa extraña sensación y fue devuelto a la realidad por la vívida voz de Karen.

—…¿Qué?

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