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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 5

Capítulo 05

 

Sierra sonrió suavemente ante aquella expresión llena de afecto, como si fuera una nieta biológica. Por fuera parecía una dama encantadora y tímida. Sin embargo, Arthurus la conocía bien.

No podía evitar hacerlo, aunque no quisiera.

Mientras Sierra fingía refrescarse la mejilla con el dorso de la mano como si estuviera avergonzada, sus ojos se posaron secretamente en Arthurus.

Aunque fue sólo por un momento, una luz seductora centelleó en los ojos femeninos mientras sonreía tímida y soleada.

Siempre era así.

La prometida de su hermanastro siempre fue así de codiciosa con Arthurus. Esa era una de las razones por las que se sentía sofocado en este jueguito familiar.

Tras aflojarse la corbata con frustración, Arthurus se sentó en el mullido sillón y miró por la ventana.

|Sería mejor si me consigo una amante falsa.|

Sería mejor hacerlo con una persona famosa para que todo el mundo lo sepa.

Por ejemplo…

Sí, como la ballerina que contaba una historia a través de su lenguaje corporal.

Mientras el paisaje pasaba, Arthurus recordó una imagen de sus gestos, revoloteando como una pluma bajo las luces de colores.

¿Era porque estaba bajo luces deslumbrantes? La mujer que bailaba era tan blanca, como si fuera a desaparecer en cualquier momento.

Pero pronto, Arthurus cerró los ojos y cortó la imagen que sentía lejana.

La ballerina era hermosa. Pero eso era todo.

Con la prometida de su hermano insinuándose, y su abuelo materno presionándolo para que se casara, crear una amante falsa no era más que otra molestia. 

Arthurus no tenía intención de esforzarse demasiado y complicarse más las cosas.

 

* * *

 

Cuando terminaron todas las presentaciones, el director Mark se dirigió a la sala de prácticas.

El espectáculo había sido un éxito, pero esto no era el final. La compañía de ballet seguiría presentándose durante varios meses, así que aún tendrían que ensayar casi todos los días.  Sin embargo, debido a la fuerza física que se consume durante una presentación, muchos bailarines optan por volver a casa después del espectáculo. Por supuesto, había algunos que se quedaban a practicar, y Karen siempre estaba incluida en esa lista.

—… ¿Qué? ¿Karen no está aquí?

Pero hoy fue la excepción.

—¿Por qué? ¿Se lastimó en algún sitio?

—Bueno. Ni idea.

El director Mark se sintió incómodo por la hosquedad en Alice. ¿Cómo podía alguien mostrarse tan indiferente cuando un compañero del grupo podía haber resultado herido?

Cuando pensó en Karen, que siempre había sido una solitaria, un lado de su corazón se sintió punzante.

—No puedo hacer esto ahora. Tendré que ir a su casa.

—¿Por qué, director?

Preguntó Alice con incredulidad.

—No tiene sentido que ese ratón de prácticas se haya ido hoy a casa cuando empieza la temporada de presentaciones, a no ser que se haya hecho daño en algún sitio.

—¿Quién sabe? A lo mejor ha ido a encontrarse con un hombre.

—… ¿Karen?

El paso acelerado de Marc hacia la oficina que contenía la información personal de los bailarines, para comprobar la dirección de Karen, se detuvo.

Luego sacudió la cabeza.

—Alice, ¿no te parece malo difundir calumnias de una compañera del grupo?

—No hay nada malo en encontrarse con un hombre… ¿Por qué se enoja?

—No estoy enojado… Pero sabes que Karen no es ese tipo de persona, así que deja de decir tonterías.

Por alguna razón, los ojos de Alice se entrecerraron ante la expresión seria en el rostro del director.

—La he visto.

—¿Qué viste?

—A Karen, esa chica.

Alice era bastante perspicaz. Ya sabía que el director Mark se preocupaba especialmente por Karen. Creía que era especial con ella porque era una prodigio y una ballerina principal que sólo sabía practicar…

Tal vez no sea sólo eso.

—Se quitó el maquillaje del escenario y se maquilló de nuevo, como si fuera a encontrarse con alguien.

Alice no mintió.

—Parecía muy emocionada.

Pero sí había exagerado un poco.

 

* * *

 

El Hotel Ripoll no era un lugar accesible para cualquiera. Sólo podía alojarse la clase alta.

Karen respiró hondo cuando se abrieron las puertas doradas del ascensor y entró. Tras pulsar el botón de planta, se apoyó contra la pared y respiró hondo para calmar su ansiedad.

La llegada de alguien que no era de clase alta estaba enredada con la historia de alguien que sí lo era.

 

《 —Para hacer crecer un negocio, se necesitan inversores con gran poder.》

 

De hecho, las cosas no iban bien en el Swan’s Ballet del que se había hecho cargo el barón Theron y del que Karen formaba parte, ya que estaba intentando ampliar su empresa artística con poco éxito.

Al mismo tiempo, había un hombre rico que perseguía a Karen. Cuando ella se negó a aceptar su patrocinio, el barón Theron la obligó a concertar una cita con ese hombre.

|Dijo que patrocinaría la compañía de ballet si conseguía conectar conmigo.|

En respuesta, Karen le ofreció al barón un trato.

 

《 —Mejor invite al duque Kloen a una presentación. Haré que confíe en nuestra compañía de ballet e invierta en usted.》

 

El barón Theron también sabía que el duque Kloen no tenía interés en el arte. Sin embargo, si podía conseguir que invirtiera…

Inversión aparte, el solo nombre del duque Kloen habría bastado para lograr grandes resultados.

La compañía Swan’s Ballet tiene el más alto nivel de talento que rivaliza con el de cualquier otra compañía de ballet del país. Sin embargo, al final, el duque Kloen no cambió de opinión a pesar de la mejor actuación.

Los resultados no fueron buenos para Karen.

 

《 —¿Sabes cuánto tiempo pasé intentando lograr que el duque aceptara la invitación para que vea la presentación? Contrariamente a tu confianza, el corazón del duque no se conmovió en absoluto después de verte.

—¿Podría por favor invitarlo una vez más? Los demás integrantes no tienen ni idea de que la situación de la compañía de ballet es mala.

—No quiero gastar más de mi tiempo en bajas posibilidades. Karen Shanner, no querrás que desaparezca el Swan’s Ballet, ¿verdad?

—Barón, de ninguna manera…

—Por tu bien y por el de nosotros. Reúnete con ese hombre de negocios, Joseph Malone, y trata de ganártelo.》

 

A cambio de no lograr convencer a Arthurus Kloen, Karen estaba siendo vendida voluntariamente.

|Esto es realmente terrible.|

Ella sólo era una ballerina que se dedicaba a lo suyo. Karen amaba la música y amaba bailar porque le permitía perderse en las hermosas melodías. Eso era todo.

Es la mirada de los hombres de clase alta la que no puede aceptar su baile como arte sano y quieren poseerla con avidez.

Es el dueño de una compañía de ballet envía a sus ballerinas de buena gana para su propio beneficio.

Ella misma no tiene más remedio que dejarse llevar por su marea.

En todo momento, su vida nunca fue enteramente suya. Aunque estaba acostumbrada a ese hecho, había momentos en los que de repente le entraban ganas de llorar.

Este era uno de esos momentos.

Ding.

Justo cuando Karen estaba a punto de perder la cabeza, la puerta del ascensor se abrió con un ligero sonido de alarma.

Ella avanzó de mala gana, como si alguien la empujara.

Finalmente, se plantó frente a la puerta de la habitación, donde un hombre la estaba esperando. Respiró hondo un par de veces, levantó la mano y llamó a la puerta.

Entonces, oyó una voz desde dentro que le dijo que entrara.

|Está bien, Karen Shanner.|

No pasará nada.

Karen abrió la puerta.

Tras atravesar el corto pasillo que conducía al interior de la habitación, Karen fue recibida por un hombre que sólo llevaba puesta una bata de baño. Lucía húmedo, como si acabara de asearse.

—Bienvenida, señorita Karen.

Karen se limitó a rascarse el dorso de la mano, tensando los dedos al juntarlos nerviosamente. Estaba demasiado claro lo que el hombre esperaba.

—Sr. Joseph Malone.

—Te dije que me llamaras Joseph. Oh, qué pesar.

—L-la razón por la que vine hoy…

—Venga y siéntese. ¿Vino o whisky?

—Hmmm…

—Hoho, pero mira cuán raro es verte hablar cuando siempre eres muy tajante.

Ya había rechazado múltiples ofertas de patrocinio y peticiones de citas de este hombre.

A pesar de ello, siempre la esperaba fuera de la sala de ensayo mientras ella practicaba hasta altas horas de la madrugada, la cortejaba y la seguía a casa incluso cuando ella decía que no era necesario.

Una vez le expresó su disgusto y por fin dejó de aparecer en público pero continuó siguiéndola de camino a casa después de los ensayos.

Joseph Malone, conocido por sus negocios comerciales, era un imbécil que no entendía la palabra “no”.

Karen no quería malgastar su energía con él. Tenía demasiadas cosas que hacer además de practicar ballet como para estresarse por alguien así.

Aquel hombre no era más que un estorbo en su vida diaria, pero tal vez hoy podría serle de ayuda.

—Sr. Malone, por favor, escuche.

—Siéntate primero. No voy a comerte de inmediato.

(Becky: Qué asco este tío).

Joseph Malone se acercó a Karen. Su mano agarró suavemente el hombro femenino. Los ojos temblorosos de ella se encontraron con los ojos nauseabundos de él. Como si nada, el hombre inclinó la cabeza.

Intentó besarla en los labios, fingiendo naturalidad.

—¡No he venido aquí con la intención de hacer esto con usted!

Karen se armó de valor y levantó la voz.

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